Un grito para despertar a los dormidos, para despertar a los esclavos de los terruñeros fascistas, de los nacionalistas que pretenden devolvernos a los reinos medievales de taifas

Ideologia y Praxis de la izquierda

Por Luis Bouza-Brey

Estos días, con motivo de la publicación del Manifiesto de Euston, se ha suscitado una controversia entre algunos sectores de la izquierda acerca de si ésta debería orientarse también hacia el centro, hacia sectores liberales y democráticos no socializantes.

A uno le gustaría aportar unas ideas a este debate, que en algunos países puede resultar esencial para la configuración de su dinámica política.

Para ello, y partiendo del principio de que la izquierda busca la igualdad de condiciones entre los hombres para desarrollar sus potencialidades, intentaré contrastar ideología y práctica por medio de enfoques de rango medio acerca de la estructura social y actitudinal de las sociedades capitalistas desarrolladas.

Hace ya bastantes años, Lockwood elaboró un modelo dual acerca de las actitudes sociales básicas existentes en la Gran Bretaña de los años sesenta. Llegó a la conclusión de que los británicos interpretaban la desigualdad según dos modelos alternativos, el dicotómico, o de dos clases antagónicas ---dominante y dominada---, cerradas y enfrentadas entre sí, y el modelo de prestigio o jerárquico, caracterizado como una escalera compuesta de múltiples peldaños o status que los individuos pueden ascender o descender según sus méritos o deméritos.

Ambos modelos tendían a ser correlativamente predominantes en la clase obrera y media, y producían actitudes distintas ante la vida social y política. En la primera predominaba la solidaridad de clase, mientras que en la segunda lo hacía el comportamiento competitivo e insolidario.

Aunque este es un tema muy complejo sobre el que habría que aportar nociones referentes a la movilidad ascendente y descendente y hasta qué nivel llega aquélla, podríamos afirmar que en la actualidad, en las sociedades capitalistas maduras, se ha ido imponiendo el segundo modelo, el de prestigio o meritocrático, a medida que se fragmentaba el proletariado, se incrementaban la productividad y el desempleo, y aumentaba la movilidad ascendente y la capacidad de consumo debida al efecto goteo (“trickle down effect”).

Existen, no obstante, unas contradicciones básicas muy relevantes en el modelo de sociedad y de desigualdad actuales, como son el bloqueo del acceso de la juventud al mercado en condiciones igualitarias adecuadas, la creciente desigualdad a nivel internacional e internamente, con los grupos que monopolizan la cúspide de la jerarquía social, y la insostenibilidad del modelo cuando comienza a extenderse a nivel internacional y a dañar irrversiblemente el medio ambiente.

Una vez trazado el dibujo de la situación, en el que la estructura de la desigualdad se basa en el modelo competitivode grupos de status, me interesa destacar, no obstante, la hipótesis de que las variables actitudinales del comportamiento se pueden configurar polarmente como individualismo solitario o individualismo solidario. Por ello, la brecha o “cleavage” predominante en la vida política entre neoliberalismo e izquierda reside en el enfrentamiento entre ambas actitudes básicas y sus consecuencias derivadas acerca del papel de la política en la vida social y de las funciones del poder público con respecto a la desigualdad y la solidaridad.

El neoliberalismo tiende a acentuar la preocupación por incrementar las condiciones favorables al crecimiento económico, reduciendo al máximo los límites políticos al mercado e incrementando los estímulos a la productividad y a la desigualdad productiva. La izquierda ---o al menos la tradicional---, por el contrario, centra su preocupación en el fomento de la igualdad de las condiciones de vida de las personas, mediante la limitación de las desigualdades estructurales del capitalismo y del mercado dejado a su funcionamiento automático.

La contradicción del neoliberalismo es que sus políticas pueden fomentar el crecimiento en el corto o medio plazo, pero los efectos sociales de un mercado absolutamente descontrolado pueden ser letales para las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad, conduciendo a la descomposición social, a la anomía y a la barbarie.

Las contradicciones de la izquierda se derivan de que su énfasis en la política y el poder público para fomentar la igualdad pueden conducir al estancamiento económico por ineficacia, metástasis y voracidad burocrática, así como al anquilosamiento de la vida política debido al sectarismo ciego derivado de una presunta superioridad ética, a la oligarquización y corrupción de sus partidos políticos, al pretender arrogarse la representación del interés general, y al bloqueo de la creatividad social resultante del exceso de controles y burocracia.

Volviendo atrás e intentando sintetizar, podemos decir que la hegemonía política hacia la derecha o hacia la izquierda depende de cuál sea la actitud predominante en la sociedad, y de que la mayoría se incline hacia el individualismo solitario o solidario. Y eso depende de que la amplia clase media existente se convenza de la necesidad de la solidaridad para el progreso social, o se incline hacia el progreso individual desentendiéndose del resto de la sociedad.

Por eso, la izquierda puede estancarse en una secta sedicentemente pura y dogmática, que se va aislando paulatinamente en el extremismo y la protesta antisistema, o intentar conquistar la mayoría y el centro para gobernar y mejorar las condiciones de igualdad de la sociedad. Pero la izquierda tiene que estar alerta y renovarse, defender con firmeza la democracia y la libertad, actualizar sus esquemas de política internacional y buscar soluciones para dirigir el proceso de globalización, superar el Estado a fin de encontrar el nivel de gobierno adecuado para formular y aplicar políticas sociales viables, construir una ética de la libertad frente al nihilismo y el hedonismo insolidario y la corrupción, y articularse en organizaciones y partidos renovados de ámbito internacional, que sean capaces de superar el ámbito político estatal en lo que sea necesario.

Por ello, la izquierda debe elaborar un esquema de interpretación del espacio político centrista, pues ahí se juega el futuro. Debe formular su ideología de manera que desarrolle una praxis adecuada a la realidad de un centro liberal y democrático que se puede ir en una u otra dirección, hacia la solidaridad y la justicia o hacia la insolidaridad y el egoísmo meritocrático.

En síntesis, la izquierda debe conquistar el centro para poder gobernar conjuntamente en la dirección del progreso, y eludir el radicalismo sectario, que sólo conduce a la impotencia, el estancamiento y la corrupción.

En Cataluña y el resto de España, este objetivo resulta cada vez más lejano, debido al desprestigio creciente de la izquierda derivado de su inconsistencia y alianzas radicales, extremistas y antinacionales.




1 Comentarios

el viernes, mayo 12, 2006 4:23:00 p. m. Anonymous Anónimo dijo ...

Se dice:
la izquierda debe conquistar el centro para poder gobernar conjuntamente en la dirección del progreso, y eludir el radicalismo sectario, que sólo conduce a la impotencia, el estancamiento y la corrupción


Una izquierda en la época de los zares, debería tener unos objetivos, un discurso y un sistema de lucha completamente diferentes a los que debería tener en una europa dónde el voto femenino es un hecho y las conquistas sociales innegables.

Se trata de formar parte de una izquierda de progreso, captar las necesidades actuales, los problemas e inquietudes de la sociedad, y plantear unos objetivos de progreso que ilusionen a las bases.

El discurso radical enquistado, en este país, que es el único del que tengo referencias, no parece que tenga muchos seguidores.

Recuerdo en estos momentos algo que me parece ilustrativo. En los años anteriores a la muerte de Franco, el partido comunista tenía una perfecta organización en la clandestinidad. Las acciones, informaciones y grupos de trabajo, tenían tal número de simpatizantes y colaboradores que hacía pensar que en el momento de las elecciones libres arrasaría en las urnas. Ese momento llegó, pero la debacle fué bestial.

Ni el postrero llamamiento de Carrillo con aquel "¿que tiene de malo fumarse un porrito?" para atraer el voto joven, pudo evitar la falta de eco en la sociedad española.

Leí y escuché en aquellos días algunos comentarios achacando el resultado a una falta de madurez democrática de la sociedad española, a la cobardia, al paztismo .... cuándo en realidad, bajo mi punto de vista, fué la falta de cálculo del propio partido comunista, que confundió al español moderado que disfrutaba de un cierto bienestar a finales de los 70 con el campesino hambriento de primeros de siglo, sin tener en cuenta las verdaderas inquietudes de los ciudadanos de ese momento.

La gente escucho, pensó y votó, pero no a favor del partido comunista que tuvo un resultado del que no se ha recuperado nunca.

Me gusta leer este texto porque siempre le encuentro puntos de reflexión nuevos.

 


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